CÓRDOBA. Nadie quiso perderse una de las pocas ocasiones en las que se reúnen bajo un mismo techo las principales empresas aceiteras españolas (incluidas las aspirantes a multinacionales), los industriales y los olivareros. Con alguna ausencia, poco significativa, el resto se dio cita ayer en Córdoba en las tercera edición de la jornada «El aceite, a debate», organizada por Fundación Sánchez-Ramade de Iniciativa+Innovación en colaboración con la Fundación San Telmo.
Las conclusiones de este cónclave sobre el aceite de oliva tienen su enjundia puesto que llegan en un momento clave para el sector por los cambios normativos de la PAC; por la irrupción de países extracomunitarios en la producción de esta grasa vegetal y por el arranque (aún titubeante) de la interprofesional, que agrupa al sector en un último intento por mudar de piel y empezar a conquistar los mercados internacionales.
Sin llegar a tener el poder de influencia de una organización como la OPEP, las empresas y productores aceiteros salieron ayer de las jornadas con tres ideas muy claras: una, que los industriales reclaman una desregulación del mercado para aumentar la base comercial del sector, advirtiendo de que sin este paso, la inversión en I+D está condenada a predicar en el desierto; dos, que los productores exigen un precio digno y tres, que la interprofesional es la única herramienta para enfrentarse a la competencia extracomunitaria.
El primero en abrir fuego fue el presidente de Anierac (donde están asociados los industriales y envasadores), Pedro Rubio, que puso sobre la mesa tres asuntos claves para el futuro: la internacionalización, la ampliación de las categorías y la revolución en la producción. La primera es casi de enunciado obligado, puesto que el sector necesita ensanchar la base comercial.
Actualmente, se exporta el 50 por ciento de la producción de aceite de oliva, y este producto únicamente representa el 2 por ciento del consumo mundial de grasas vegetales.
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