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martes, 23 de noviembre de 2010

Gipuzkoa cuenta con 4.000 olivos de cultivo experimental para lograr aceite de alta calidad

La mayoría aún no da aceitunas para obtener el líquido porque son demasiado jóvenes.

En el restaurante Beko-Errota de Hondarribia se produjeron el pasado año alrededor de 600 litros.


Hondarribia. La inquietud de algunos baserritarras por buscar nuevos cultivos ya da lugar a un inopinado homenaje al pasado romano de Gipuzkoa. Localidades como Hondarribia o Zarautz, donde se han hallado yacimientos de época romana, cuentan con uno de los cultivos emblemáticos desde hace 2.000 años, extendido hasta nuestros días, particularmente en zonas mediterráneas.

En estos municipios y en otros del interior del territorio guipuzcoano existen incipientes plantaciones de olivos con las que, a modo experimental, se busca obtener dentro de algunos años aceite de oliva virgen extra de calidad superior.

De momento, hay plantados alrededor de 4.000 árboles, de los que una cuarta parte se encuentra en torno al restaurante hondarribiarra Beko-Errota, donde a finales de este mes recogerán la cosecha anual. Éste es el único lugar de Gipuzkoa en el que ya se produce este líquido oleaginoso desde años atrás, con el asesoramiento de Alberto Aletxa, técnico del Aceite de Rioja Alavesa (ADORA).

El pasado año, el establecimiento hostelero obtuvo cerca de 600 litros, a partir de las variedades arróniz, picual y arbequina, que dieron un producto "suave, frutado y con un buen equilibrio en boca de amargos y picantes", según describe Aletxa.

Los árboles enclavados en el resto de parcelas de Gipuzkoa aún son demasiado jóvenes para obtener zumo de olivas y deberán adaptarse al complicado clima atlántico.


Adaptación En concreto, el mayor número de ejemplares se sitúa en Arrasate (1.300), seguido de Hondarribia (1.000), Bergara (700), Oñati (250), Zarautz (200), Tolosa (100), Bidegoian (100), Orio (70), Azkoitia (60) y Mutiloa (20).

La variedad predominante es la arróniz, cuya adaptación al territorio navarro y alavés está plenamente demostrada desde hace siglos. Con esta centenaria experiencia, en ADORA entendieron que las características de la arróniz, menos necesitada de un clima seco, responderían con menos dificultad al territorio guipuzcoano.

En todos los casos se ha buscado establecer las plantaciones en zonas abrigadas del frío y con una buena insolación. Se ha huido de los fondos de valle, donde las heladas castigan con más dureza.

Esta especie crece con más rapidez en Gipuzkoa que en Álava, pero su principal enemigo en las cercanías del Cantábrico es el alto nivel de humedad que caracteriza al territorio durante gran parte del año y, en menor medida, las heladas, señala Fermín Urdapilleta, propietario de los olivares de Beko-Errota.

Con estas premisas, Aletxa destaca que "más que adaptar los olivos al clima, nos adaptamos nosotros a los olivos; el cultivo se puede dar siempre que se esté encima".

Esto supone dedicarles una excepcional atención, ya que, de cosecha en cosecha, presentan variaciones en su desarrollo, que se convierten en un desafío para este experto olivarero. "Estamos aprendiendo del árbol y no es fácil. Cada año nos enfrentamos a diferentes problemas", señala el técnico de ADORA, proyecto promovido por el Gobierno Vasco y la Diputación de Álava.

En el caso de los árboles plantados en Hondarribia, ha sido necesario realizar podas y clareos de ramas para orearlos y evitar, así, una excesiva acumulación de humedad que perjudique a los frutos.
A fin de que no se acumule excesiva agua en la tierra debido a las considerables precipitaciones propias de Gipuzkoa, entre las plantaciones crece una tupida alfombra de hierba que mantiene el equilibrio acuoso.

Además, su rápido desarrollo desencadena una perjudicial frondosidad que hace que, si hay intensos vientos, éstos puedan tumbar los ejemplares.


Clima Las características estacionales también exigen una atención específica, ya que el clima guipuzcoano guarda pocas similitudes con el de Álava, más próximo al tiempo del Mediterráneo. "La primavera entra antes aquí, pero en verano hay más humedad y la llegada del invierno es más tardía", manifiesta Aletxa.

Otro enemigo de estos cultivos es el topo, que puede dañar las raíces de los árboles. Los pequeños montículos de tierra a pie de los olivos hondarribiarras dejan pocas dudas del merodeo de estos mamíferos. En este caso, Aletxa pormenoriza que realizan surcos en la tierra para dificultar sus movimientos.

Algunos olivares enclavados en zonas del interior de Gipuzkoa ofrecen otra dificultad añadida: se encuentran sobre suelos que anteriormente acogían pinares, por lo que la tierra presenta un alto nivel de ácido. En este caso, Aletxa busca rebajar esta alta concentración para mantener sanos los árboles.
Entre los lugares, al margen de Hondarribia, donde este tipo de cultivo está cuajando, destaca Arrasate. "Esa zona parece propicia, pero tenemos que ser cautos porque Gipuzkoa tiene un clima complicado para el olivo", sintetiza Aletxa.

Por contra, los ejemplares existentes en Bidegoian "están dando mucho trabajo", debido las duras condiciones climáticas que se imponen en ese montañoso enclave del centro de Gipuzkoa.
Este técnico resalta que no pretenden lograr grandes cantidades de aceite, sino un condimento de calidad como el que ya se produce en tierras alavesas.

Al mismo tiempo, estos cultivos pueden convertirse en "un valor añadido" para agroturismos y casas rurales, que ofrecerían a sus huéspedes este exótico aceite de oliva y un singular paisaje olivarero en contraste con el verdor norteño y el de los numerosos caseríos vascos.

Fuente: noticiasdegipuzkoa.com

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